lunes, 31 de agosto de 2009

Como en la película


Hoy mi Esposa regresó del mercado con una pecera y dos peces rojo-amarillos nadando en ella. El más feliz era mi hijo. Yo pensé inmediatamente mas responsabilidades y ella lo adivinó y diciendo Hijo se hará cargo, lo alimentará, le cambiará de agua y lo cuidará. Y yo igualito que con Babas, el caracol que se fugó a quien sabe donde.

Y puso la pecera cerca de la ventana, las cortinas abiertas, De la pecera hasta la ventana habían dos metros y la altura de la ventana era un medio metro por encima de la pecera., que era una olla de vidrio panzona. El viento penetraba al cuarto piso de nuestro departamento, apaciguando un poco el calor. El sol quemaba el asfalto de la pista negra que se veía por la ventana, y las veredas y las paredes sin sombras; y se esperaba que las ollas terminen de cocer los alimentos traídos del mercado que habían sido cortados y mezclados con maestría por mi Esposa. Olía rico. Sabía rico. La chicha morada helada y los pedazitos de manzana flotando. Que rico.

Hijo miró la pecera Mamá solo veo un pez, y la mamá Yo también, y a ver, a ver... ¡No está! Y yo Qué va ser, miren bien. Y caramba ¿Dónde se metió el otro pez?

Buscamos y buscamos. No teníamos gato que culpar, ni habíamos visto aves cerca, ni había forma de, y tampoco de, y menos de, cuando Hijo vio por la ventana algo rojo en el asfalto y bajamos corriendo y lo vimos y la muerte y el pez rígido, ojos abiertos, inerte, todavia lo recogimos, lo llevamos a casa, lo pusimos en agua, corriendo, corriendo, ¿Por qué? ¿Cómo?

Flota, no se mueve, papi, ¿está muerto?. No, está dormido. Pero tiene los ojos abiertos. Así duermen los peces, ellos no tienen párpados. Las cosas que dices papi, Nemo sí cerraba los ojos.

No entenderemos por qué saltó tanto y tan inúltimente. ¿los vidrios de la ventana?

Seguro que sí papí, como en la película.

Imagen Tomada de flickr: J. Rangel )

viernes, 17 de julio de 2009

Si tan sólo pudiera

Osvaldo Guayasamin (www.guayasamin.com)


Te abrazo en un espacio negro con un marco azul,
mis brazos lucen débiles y largos
los codos marrones y las manos grandes,
apoyo mi cabeza en tu frente.

Y cierro mis ojos.
Tú no entiendes,
pero no necesitas entender
solo sentir
sentirte protegido y amado.

Espero no asfixiarte, y ceder
cuando te vea fuerte,
decidido, justo y valiente.
Más que yo.

Abriré mis ojos
solo para verte marchar
para verte crecer más
Mas que yo.

Y luego los cerraré
dormiré
y espero
solo espero, esperaré sólo.


Más que tú.
Y entenderás,
Y todo empezará otra vez.
Si tan solo pudiera estar ahí.
.
.
.
Les dejo un video de mi Vane


miércoles, 1 de julio de 2009

La vuelta y la extraña



Por la ventana veía las luces de la nublada, fría, gris y aglomerada ciudad, a la cual retornaba luego de un viaje intenso.
Cuando las ruedas del avión tocaron la pista, sentía la seguridad que da el estar en tierras conocidas. Pasé de largo todo el trámite y al salir de tanto barullo, me esperaba mi chica fiel, portando un letrero de "Wellcome".
Me causo mucha gracia su ocurrencia, sonreí después de todo, ella tenía ese poder, me podía alegrar la noche, o también echármela a perder.
En cámara lenta y corriendo de puntas dí los pasos más ridículos hacia ella, con los brazos abiertos y sonriente hasta las orejas, le dí un abrazo tan fuerte que ahí mismo se hubiera quedado espantada y se hubiera ido. Pero no se fue.
Partimos y el equipaje estorbaba, lo arrojé por la ventana del taxi, hasta mi casa, hasta mi cuarto, hasta mi ropero, hasta la ducha y la farmacia. Seguimos de largo hasta mi añorada callejuela, de noche y amanecida, nos bajamos en Unión y Ocoña, subimos un toque al Yacana, nos tomamos un cuba libre bien hecho en el Perú, y acariciamos oídos con música ligera...
Luego de este otro barullo, salí a caminar con mi fiel amiga, por todo Unión, abrazados eramos uno sólo, sujetado a su cintura y ella metiendo su mano en mi bolsillo trasero. En una esquina nos compramos nuestro cigarrito nacional que tanto extrañamos, y pitando y pitando, aspirando humo de tabaco y de ciudad, nos acurrucábamos entre nosotros, sus labios de vez en cuando regalábanme una sonrisa, un te quiero, un morder de labios.

Abordamos un taxi en plena Plaza Mayor y le pedimos llevarnos a Risso. Nos bajamos y seguimos caminando, Ella me llevaba de la mano, sabíamos dónde terminaríamos, y me sonreía cómplice. Ella marcó el número, fingió la voz en el auricular e hizo los tratos.

Ella me invitó una chela, prendió mi cigarrito y me seguía sonriendo. Me llevó de la mano hacia un pasaje oscuro y desierto, tocó el timbre del Hostal, Siempre terminamos viendonos aquí, me dijo. ¿Te acuerdas la primera vez que viniste a buscarme? y la pregunta trajo una estampida de recuerdos, Mentí diciendo pues, la verdad no recuerdo... lo que produjo una sonrisa en Ella... desde esa vez, somos inseparables, sentenció.

Vimos las ofertas, como siempre, y nos decidimos por algo que incluya todo. Pensé que no me iba a dejar actuar, que se pondría celosa y se iría. Sin embargo esto no fue así y no me abandonó para nada. Nos embriagamos. Sin sus celos y ante su silencio, pude completar una prestación completa y mecánica sin mayores retrasos. Éramos tres en una sola cama.

Así, ya menos ansioso y tambien menos solo, de la mano de mi compañera, me despedí de mi cariñosa, fugaz y alquilada compañía, pedí mi vuelto, y abandonamos el lugar. Cuando me dirigía a la calle principal para tomar mi taxi, me despedí de Ella.

-Chau, mi querida Soledad, tal vez salgamos otro día.
-¿Cómo que talvez? ¡estoy segura!, me contestó...

FIN
Nota: la imagen que sale la saqué de: http://www.skyscrapercity.com

miércoles, 24 de junio de 2009

Nota Breve

imagen tomada de

Hoy no tuve un buen día. Como tú. Igual que tú. Para ser miércoles, es un día de miércoles. Por una extraña razón tener un mal día se está conviertiendo en cosa frecuente. Una nube gris me presigue. Hoy me compro un paraguas. Me voy a embarcar a la anti-rutina. Anti-todo. Me llega que las cosas me lleguen. Estoy cansado de estar cansado. Dejar de quejarse y ser un anti-todo.

Antídoto.

domingo, 14 de junio de 2009

Rutina


Me levanto sin querer.
Desayuno sin hambre.
Tomo mi combi sin miedo.
Pago con sencillo.

Marco mi tarjeta puntual.
Realizo mi labor sin pasión.
A veces, una luz aparece, tenue, fugaz.
Pero es todo y Nada.

Pasa y Ya.
Pasa y no sé que hacer.
Pasa que regreso a casa.
Enciendo la luz y apago mis tareas.

Abrazo mi compañía.
la Beso.
Y me pregunto
¿Que haría sin Soledad?
Y todo se repite...

jueves, 28 de mayo de 2009

El Mario Vargas Llosa que Yo conocí.

.
Un relato de cómo conocí a ilustre escritor
(por menos de dos minutos).
Debo advertir que todo es un ejercicio de invención y mezcla con realidad, así que mejor no crean nada.

imagen tomada de la página http://www.ferialibrotrujillo.com

Entre dormido y sin ensueños, bajé del bus y la terramoza me ofrecío un caramelo de limón. Pisé tierras trujillanas por primera vez. El sonido de la marinera norteña ideal y recreada en mi oído interno, sentimentalón, buscando algo que me sorprenda gratamente, mirando de aquí para allá, bajé, suspirando por no encontrar nada.

Me traía a esta ciudad una oferta de trabajo, que luego de presentaciones de currículum, exámenes, entrevistas y demás, logré conseguir, pero eso no viene al caso. Yo estaba emocionado en la tierra donde vivió Cesar Vallejo, Ciro Alegría, un tal José Watanabe y que es considerada "la ciudad mas culta del Perú" y "la ciudad de la Eterna Primavera", así que luego del afán o estrés del concurso y la suerte de salir elegido, me dediqué a conocer la ciudad.

Fue entonces, caminando por la Plaza de Armas, que me alcanzaron un volante que tenía la foto del ilustre Mario Vargas Llosa y una leyenda que decía: "De esta fiesta no me libro"


El gran escritor, al que yo, un provinciano un tanto des informado, recién había visto por televisión en mi niñez dando un mitin en contra de la estatización de la banca que quizo imponer el presidente de ese entonces, y también de ahora, el presidente pródigo del Perú, Alan García Pérez. También lo vi luego en una campaña electoral millonaria que daba miedo, era el candidato casi fijo para ser presidente, cada cinco minutos un comercial de televisión salía anunciando una melodía de zampoña, y se veía un símbolo de escalera, en los tiempos donde a duras penas se conseguía pan, kerosene, azúcar y la leche ENCI.

Que te bombardeen con la mayor publicidad política de la historia electoral peruana, claro que daba que pensar. En fin, el novelista perdió esas elecciones, en segunda vuelta con El Chino (Alberto Fujimori). Y de allí se fue del País. Aquí lo vimos como un acto de resentimiento para con nuestro país, el hecho que adquiriera la nacionalidad española unos meses después, se ganó la antipatía de las clases medias y bajas, alentado este recelo por lo medios de comunicación y por alguna que otro escrito (el autobiográfico: el pez en el agua) y alguna declaración hecha a algún medio extranjero. Hasta había una canción oportunista sobre lo amargado que estaba por no salir elegido presidente. Todo esto hacía que los jóvenes lo identifiquemos como un renegado del Perú y mal perdedor.
Al ver que faltaba un poco más de una semana para la llegada del laureado escritor, que incluía en el programa la firma de libros, me dí cuenta de una cosa, inconfesable e impropia de un peruano que quiere tener opinión. Me dí cuenta que no había leído ni siquiera un libro, ni siquiera una novela, ni siquiera uno de esos artículos que publica en los diarios (lo marginaba yo, leía "Por: Mario Vargas Llosa" y nada); Ojo, no puede decirse que viendo la película de La ciudad y los perros y la mas pobre Pantaleón y las visitadoras, ya conocía algo de su obra. No es igual ni da lo mismo ver una película a leer el libro.

Así que, fui caminando hacia una librería pirata, a comprarme algún libro pirata y convertirme en un lector pirata, escogí, entre otras muchas que tenían una edición de "la Guerra del Fin del Mundo" un libro grueso, pero que estaba dispuesto a leer.

Fui al departamento que acababa de alquilar, después de una búsqueda intensa y urgente, mas difícil de lo que imaginaba, me senté en el suelo de mi departamento vacío, y empecé a leer mi libro pirata, subrrayando nombres, ideas, y palabras desconocidas, tratando de imaginar todo lo relatado. Fué fácil, me enganché en la historia de El Consejero y sus amigos, intentando un lucha en contra de lo que ellos consideraban El Anticristo, todo ocurre en Canudos, un sitio del noreste de Brasil. Un novela que me dediqué a leer toda esa semana que estuve sin muebles, sólo, en una ciudad nueva y sin amigos.

La terminé de leer y pensé ¿Cómo me he podido perder de leer a este autor tan completo, casi, casi genial? Me puse a buscar más obras, pero, bueno, también tenía que hacer otras cosas, así que me lo pospuse, gracias a que encontré. ya en plena feria, un ejemplar de La palabra del Mudo, (de Ribeyro) y lo siento, me dediqué a devorarlo.

En fín, llegó el día y fui a la feria, en Mansiche, me dieron mi ticket para la conferencia en Huanchaco y enrrumbé hacia la playa, en un estrado impresionante, por el paisaje que lo adornaba (un atardecer, el sol poniéndose en el horizonte, el cielo naranja, azul, gris y el mar con otros tanto colores, y la brisa del verano, todo bien bonito). Un sillón en medio del escenario preparado esperaba al escritor, la hora decía 6 pm. Yo llegué a las 7:15 pm y como supuse, recién iban a empezar. Al guardia de seguridad le di mi ticket, y noté que éste te daba pase a la parte posterior del público. La zona llamemosla "VIP", estaba reservada para las clases altas trujillanas y otras venidas seguro de Lima. Me dió cólera y en un descuido del agente gordo y de mas de dos metros, me escabullí al área VIP y me senté al costado de una señora bien vestida, obesa, rubia, blanquísima y que fumaba, lo cual no me importó.
De la conferencia "Los Secretos de Un Novelista", extraigo de la memoria , no literalmente: "...una novela puede tener inexactitudes históricas, de errores en cuanto a fechas y sucesos, pero corresponde al autor, darle una verdad literaria, que llegue a convencer al lector, que esto ocurrió así, y que lo crea tanto, que cuando vaya a La Mancha pregunte donde está la tumba del Quijote, o en Inglaterra, pregunte donde fueron enterrados Romeo y Julieta...".

Comprendí que escribir es una licencia para inventar, imaginar y crear, y en cierta medida, de mentir. Lo dijo, entre lineas y palabras dificiles. Y fué muy sincero. Aunque puedo haber entendido lo que pude y no lo que debí.

La señora obesa que fumaba, de vez en cuando me distraía con sus ronquidos. Lamenté que se dieran sitios tan privilegiados a gente que quizás no haya leído un libro de Vargas Llosa, que solo le interesaba aparentar y no ser. Bueno, con toda la educación del mundo de vez en cuando le arrimaba un pequeño codazo en su brazo rechoncho y que tenía un reloj de oro, que bien podría servir para alimentar a toda la concurrencia que se sentaba detrás del área VIP. Hubieran servido galletitas.

Al otro día, saliendo de la chamba, fui a la firma de libros programada para las 7pm, ésta si iba a ser puntual, de hecho. Me compré el original del libro que había leído, pues obviamente no aceptaban que se firmen libros piratas, pero a los lectores piratas, menos mal, no había como identificarlos. Así que hice mi colita. Mientras me aburría en mi puesto masomenos 30 de la fila, con unos adolescentes delante y otros cuantos detrás, que hacía la misma fila, pensé que la juventud trujillana, o tenía el buen hábito de la lectura, o simplemente estaban allí por curiosidad o monería. Cada quien llevaba su libro en la mano, algunos llevaban varios. La encargada, una joven algo brusca, pasaba de uno en uno, acompañada de dos agentes de seguridad que parecían gladiadores americanos del programa de televisión, escudriñaban tu libro y le daban el visto bueno. Lo hacían allí, antes de que empezara y luego justo antes de que te toque el turno. Yo llevaba orgullosísimo mi libro original, de la Alfaguara, edición definitiva, como cuando niño salía con zapatillas nuevas. Pero luego me dí cuenta del ridículo. Un libro nuevo y reluciente es señal de no haber sido leído, de sólo comprarlo por la monería. Mi defensa fue ver los otros libros. cada uno llevaba el suyo también en el brazo. Un adolescente que estaba detrás, llevaba una edición de "Pantaleón y las visitadoras" que salió con el diario El Comercio hace unos meses, su enamoradita llevaba "Travesuras de la niña mala" recién comprado, todavía en su bolsita de plástico. Un señor más adelante tenía "La casa Verde" en una edición seguramente original, por lo amarillento que se veía el libro, seguramente muy leído y releído. Pero, lo que más me llamó la atención fue un joven vestido de negro y pelucón. No tenía libros. Él tenía un vídeo en DVD, de la película "La ciudad y los perros". La jovencita encargada, inicialmente no quizo dejarlo pasar. El tipo protestó. Vino la seguridad. Lo cargaron. Todos los que hacía cola se quedaron callados. Yo no. Le informé a la jovencita, saliéndome de la cola, que esa película se basaba en un libro, el que lo hizo famoso, que Mario Vargas Llosa colaboró en el Guión y que es correcto que lo quiera hacer firmar. Sin la novela no había película. El tipo no se quedó callado. Mostró su boleta, el DVD era original. Nada que hacer. La gente que hacia cola solo esperaba que alguien protestara para apoyar, aunque algunos a manera de sorna. Lo dejaron pasar.

Cuando me tocó el turno a mí, me sentí algo impresionado y nervioso. No había pensado en qué decirle. Supuse que me preguntaría mi nombre y me dedicaría el libro. Y que me iba a poder tomar alguna foto. Nada de eso pasó. Luego de que la flaca jovencita escudriñó y olió mi libro, y me dejó pasar, se lo presenté al famoso, que lucía un impresionante cabello blanco, un color rosadísimo y un aire a viejo aristocrático y hollywoodense. No supe que decir. Solo le sonreí como un tonto, esperando que me preguntara mi nombre. Para nada esperé. El hombre estampó su firma y cerró el libro. Mi rostro cambió a uno de decepcionado, trató de animarme, supongo, cuando me dijo:

- Espero que te guste (Y me tendió la mano)

- Ya lo leí Don Mario (Mientras le apretaba la mano con firmeza)

Y se me ocurrió agregar:

- ¡Alabado sea el buen Jesús Consejeiro!

El rostro de Don Mario cambió, sonrió y me dijo:

-¡Que viva la República!

Cogí mi libro y saqué mi libro pirata debajo de mi casaca (el que sí había leído, subrayado, maltratado y desgastado). Ya me habían cogido los super-guachimanes. Sólo me quedó decir:

-Excelentísimo señor. ¿Puede firmarme mi otro libro? (sacando el librito pirata)

-De ninguna manera.

Así terminó mi pequeña aventura. Ahora estoy embarcado en otras lecturas, y lo leo de vez en cuando en su Piedra de Toque. Hace poco le conté mi anécdota a un amigo, el gran L. y motivó que recién escribiera un post.

Osea que le diste la mano al pajero de Vargas Llosa!

-Bueno, nos dimos la mano entre pajeros.

Espero que si lee esto, algún día no me desmienta. Sólo he aplicado lo que su conferencia me animó a escribir.


FIN

Me tuve que tomar la foto así. Con el original no se podía.

martes, 19 de mayo de 2009

Currículum



...


El cuento es muy sencillo

usted nace

contempla atribulado

el rojo azul del cielo

el pájaro que emigra
.
el torpe escarabajo

que su zapato aplastará

valiente

.

.


usted sufre

reclama por comida

y por costumbre

por obligación

llora limpio de culpas

extenuado

hasta que el sueño lo descalifica


.

.

usted ama

se transfigura y ama

por una eternidad tan provisoria

que hasta el orgullo se le vuelve tierno

y el corazón profético

se convierte en escombros


.

.

usted aprende

y usa lo aprendido

para volverse lentamente sabio

para saber que al fin el mundo es esto

en su mejor momento una nostalgia

en su peor momento un desamparo

y siempre siempre

un lío

.

.


entonces

usted muere.





Adiós (Mario Benedetti),
Éste es mi poema favorito del gran Mario, quien el pasado 18 falleció en Montevideo a la edad de 88 años. Tras una penosa enfermedad y tres años después de la muerte de su esposa (su amada Luz).

Nos deja una lección de vida, un hombre que fue perseguido en su país por las dictaduras uruguayas y argentinas, exiliado en Lima, en Cuba, en Palma y Madrid, siempre regresaba a Paso de los Toros, Montevideo, su urbe natal.

Era tímido y cordial, comprometido con su tiempo e incorruptible, nos deja un grande, un poeta universal.



Les dejo el poema en canción (Joan Manuel Serrat), extraído del youtube.
Por cierto la imagen de Mario Benedetti fue tomada de http://www.intramed.net/ (el mejor portal de noticias médicas en español)





viernes, 1 de mayo de 2009

Se me acabó el RIN

Imagen tomada de acá
Atardecía y sin novedad, como siempre atardecía. La luz naranja del sol sobre los ficus de la Plaza de Armas, el viento llevándose el polvo de las veredas y las pocas palomas recogiendo los maicillos que alguna viejita arrugadita sentada en las bancas, les echa en el piso.

Mario tenía en sus manos, alineadas y en pila, veintitrés RINes que quería terminar de vender, y también tenía en los bolsillos, dos DDN y un DDI, que eran los que más demoraban en venderse, pero asimismo por lo que más podía ganar, en caso de venderlos.

Mario sabía que no era necesario andar pregonando, ofreciendo o mostrando lo que vendía, como lo hacían los otros vendedores que se paraban en esa esquina de la Plaza de Armas, entre la Grau y la Lima, pero él no. Su manera de hacerse notar era simple, hacía sonar los RINes, cogiendo la pila con una mano y dejándola caer alineada y sonoramente sobre la otra mano, el sonido era característico y rasqueteante. Otras veces cogía la pila de RINes con una sola mano y la movía de arriba abajo con la ayuda de la flexión y extensión de los dedos juntos, haciendo que la gravedad separara y juntara los RINes, emitiendo un rasqueteo más breve y seco.

Dos teléfonos públicos, que se daban la espalda el uno al otro, y que cada uno lucía una anaranjada cubierta redondeada que como una concha a una perla cubría el aparato telefónico rectangular y gris, con su disco marcatorio central y su gran auricular negro con cable plateado al costado.

Alrededor unos cuatro niños como Mario, entre ocho y doce años, y un adulto, esperaban a los usuarios, que para usar la tecnología que permitía comunicarse con cualquier lugar del país y del mundo (siempre y cuando, ese cualquier lugar tuviera un aparato igual), tenían que comprar sí o sí, los RINes, DDNes o DDies, como se dice "al paso".

Y es que Mario y los demás se aprovechaban de la desinformación. A dos cuadras de aquel lugar, quedaba la oficina central de Entel Perú (la única empresa estatal o privada encargada de los teléfonos del país). En ese sitio vendían los RINes, los DDNes y los DDies, a un precio que Mario y los demás duplicaban y triplicaban, dependiendo de la cara de apurado y la negociación regatera del usuario. Era simple y rentable. (*)

Pero así y todo lo fácil que parecía, a los ocho años, para Mario contar con algunos billetes con los cuales comprarse unos chicles, arrocito, algodón de azúcar, manzana acaramelada, jugar fulbito de mano, o simplemente dárselos a su mamá para que los guardase, juntando para un carrito o el gran sueño de Mario: un playgo.

Llevaba ya una gran experiencia (casi dos semanas), y sabía bien a que hora era bueno ir, a que hora no, a quien acercarse y a quien dejar pasar, e incluso decirles que se te habían terminado los RINes, cuando todavía tenías.

Era buena hora, por ejemplo, a mediodía, a esa hora se llamaban a los parientes lejanos y cuando los demás se iban a almorzar, Mario se quedaba a vender, hacían cola para el teléfono y casi no había competencia. También era buena hora a eso de las 6 a 8 de la tarde-noche, a esa hora se confirmaban encuentros amorosos, principalmente, y cosa curiosa, siempre les faltaban RINEs a los enamorados llamantes, compraban uno (que les duraba para hablar tres minutos), pero terminaban comprando dos o tres más, en plena charla, si querer descolgar.

Cuando venía una persona de luto, sabía que iba a querer un DDN o un DDI, eran malas noticias. Igual tenía que vender y lo hacía. En este caso no era agradable ver llorar a alguien mientras le daba un billete en plena llamada. No se sentía bien. En su caso, Mario le vendía a precio de costo, pero le advertía que no tenía mas que una (lo cual era generalmente cierto).
Mario sabía que con las mujeres era incierto, algunas eran muy "buena gente" y le compraban varias monedas sin reclamar, ni chistar, y lo llamaban mientras llamaban y les daba los RINes que después, terminada la llamada, le pagaban. Otras, no pocas, regateaban sobre los precios, se quejaban, amenazaban con denunciarlos, encima no compraban mas que una sola ficha, y si te pedían una "para pagarte después que terminé la llamada", nunca lo hacían, era mejor decir, "ya no tengo". Hubo una mujer joven que le pidió preguntar al teléfono por un tal Pedro, tuvo suerte, pues el mismo Pedro le contestó, y le pasó el teléfono a la mujer joven, en cambio en otra oportunidad, le contestó una señora que me comenzó a interrogar, la lección estaba aprendida y él tenía que decir "el primo Mario, desde Lima", y la gritadera que se oía llamando al supuesto "primo". Era hasta cierto punto, divertido.

Hasta que un día. Llegaron los cambios. Cambiaron los teléfonos. Ahora eran más cuadrados y menos redondos, del discado a las teclas. También cambiaron la moneda oficial del país. La gente ya no usaba los teléfonos con RINes. Vinieron nuevas monedas y hasta una tarjeta electrónica.

El trabajo de RINero había llegado a su fin.

(*) Por más que me esfuerzo, no consigo recordar los precios, eran épocas difíciles para el Perú y los precios no eran nada estables. Todo eran billetes, no había monedas.



martes, 7 de abril de 2009

25 años

Los huaynos ayacuchanos, son especialmente tristes, melancólicos, depresivos y hermosos. Yo odiaba los huaynos, de todo tipo, de adolescente, gracias a mi Padre, que bien abanquino, escuchaba sus cassettes en toda reunión y después de almorzar, realmente insufrible para un adolescente despistado como yo, que escuchaba a Vanilla Ice y Mc Hammer, y me reunía en la canchita de mi cuadra a practicar volteretas y pasos de coreografía.

De TK421 (buscando con google)

Recuerdo en una actuación de mi colegio, que decidimos salir a presentarnos, el Director del colegio, nos canceló porque era uno de esas personas "anti-imperialistas", ¡Cuando estábamos a punto de salir!. Tuvo que interceder nuestra tutora, quien haciendo uso del micrófono realizó una jugada maestra, anunciando que nuestro acto se iba a cancelar por falta de tiempo, el público comenzó a pifiar y pedir que salgamos ¡Que salgan! ¡Déjenlos bailar! ¡Déjenlos bailar! se oían los reclamos de las chicas del colegio y de las mamás que habían ido a ver la actuación de colegio; fue así que nos dejaron salir e hicimos un show que dio que hablar durante los años que estuve en la secundaria, hasta ahora recuerdo los gritos de chicas entusiasmadas y alocadas, y esa sensación chévere de estar en un escenario siendo vitoreado. Cool As Ice, fue el tema, que digo tema, temón. Fue genial.

De youtube, claro
Lo que no fue tan genial, fue que después de nuestro exitoso número, les tocara a las chicas de la promoción, que salían con el típico huayno del Pío Pío, y que casi al final de dicho número, (como era lo habitual) sacaran a bailar a padres de familia, a profesores, y a mí, que sólo había ido a reclamarle al sonidista mi cassette, para que no se lo llevara (era recontra-pirata con la cajita transparente y la portada fotocopiada y pintada con plumones) y me jalaron del brazo, me ví envuelto entre polleras y sombreros, con mi atuendo rapero de pantalón bombacho, chaqueta plateada y lentes oscuros de vincha. Todo un caos era mi cuerpo, no podía dar dos zapateos seguidos, me puse rojo de cólera y mi madre sentada se carcajeaba de la risa, aunque después me dijera a solas, que dejaba mal el apellido. (Mi padre bailaba huayno como los dioses, que digo dioses, APUS)

Y fue recién cuando tuve que hace mi servicio de SERUMS, en la sierra ayacuchana, que realmente empecé agarrarle cariño, gusto y pasión. Lo que es tomarse una cerveza bien helada a mas de tres mil metros sobre el nivel del mar, con los labios rajados por el frío y el viento seco, bailando alrededor de una banda de músicos, esquivando pisadas y empujones, tratando de bailar con la más bonita, y cantar a todo pulmón huaynos tristes y también los alegres que los hay, sino escuchen carnavales ayacuchanos. Me convertí en hincha del Dúo Ayacucho, Max Castro, William Luna y otros más...

De mi hi5 (yo en moto)

A pesar de no ser ayacuchano de nacimiento, me gusta su música, su gente y sus paisajes. Recorrer sus calles, por donde antes cundía el terror y que cuando yo pude hacerlo se veían bailes, chicas lindas, risas y mucha música; me dejaba en claro que era otra realidad, con la misma gente.

Y, bueno, escuchando la sentencia al "Chino", me acordé de esta canción bien triste y bien, pero bien, ayacuchana.

¡A tu Salud!

Del youtube tambien

miércoles, 1 de abril de 2009

Los niños miran


Los niños miran
Cargado por linda28170 (en daylimotion)




Este video me pareció muy bueno y me hizo un nudo en la garganta (mismo Don Ramón).
Ellos no te juzgan, piensan que todo lo que haces es algo normal, sea bueno o malo.

Saludos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Para leerse el 16 de marzo



Voy a hablar de la esperanza
Cesar Vallejo



Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.

Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!

Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.

De: http://www.analitica.com/Bitblio/vallejo/prosa.asp
(incluída la imagen)

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Si

Si Cesar Vallejo viviera tendría 117 años.
Si Cesar Vallejo viviera todo le dolería más
Si Cesar Vallejo viviera yo iría a visitarlo,
Si Cesar Vallejo viviera ¿no recibiría mi visita?
Si Cesar Vallejo viviera estaría en París,
Como ahora.
Como ahora que está muerto.
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Un homenaje de este servidor al poeta.
La primera parte es uno de los "poemas en prosa"
y lo segundo es un pensamiento propio.
Saludos

sábado, 7 de marzo de 2009

Ólico


Extraído de Daylimotion

Cristina Aguilera - Beautiful
Cargado por shqrk

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(eto e mío)

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Mario bebía una agua con hielo sentado en la barra de aquel antro nocturno. Se miraba en el espejo que daba a las espaldas del bar-man. Tenía la barba si razurar y sus ojos denotaban días de malas noches, se preguntaba si valía la pena afeitarse o dormir bien. No se respondió a sí mismo.

Ya se había terminado el agua y mordía los cubitos de hielo con ansiedad, mientras fumaba su undécimo cigarrillo. Nunca antes había venido solo, pero ya no creía en los nuncas, de adolescente se dijo que nunca fumaría, y mirénlo ahora, que nunca abandonaría los estudios, y mírenlo ahora, tambien dijo, de adolescente, que nunca le gustaría ese licor amargo, culpable de sus desgracias, y mírenlo ahora..

Tambien dijo que nunca maltrataría a su madre (como su padre lo hacía), y lo hubieran visto aquel segundo domingo de mayo, cuando perdió el control, por quiensabe cuantas veces lo había hecho, y dió ese empujón que hizo caer a su madre, que horrorizada, no se levantó y se echó a llorar.

Nunca no existe, se dijo, siempre hay una primera vez para todo. Y casi siempre es la primera vez de cosas malas, reprochables, dañinas, arrepentibles, pecados.

Tomó el ultimo sorbo de agua helada, y abandonó el local, caminando de prisa, para no arrepentirse y volverse, rápido y sin pensar, repetíase y caminaba, topándose, a veces con los hombros de extraños que andaban, como él apurados, por pleno jirón de la Unión, y que tambien iban a sus primeras veces, quizás, de otras cosas.

Hasta que llegó. Se paró frente a la puerta de ese edificio antiguo. La puerta de abrió, como si lo estuvieran esperando. Entró, luego de dudar por dos segundos. Y miro dentro. Habían muchos como él. Lo miraban con curiosidad y esperanza. El más viejo de ellos se presentó y le dijo:

Me llamo Pedro y llevo ocho años, dos meses y 13 dias sin beber, soy alcohólico, bienvenido.

Esa penúltima frase lo dejó aturdido. Pero puedo decir:

Hola, me llamo Mario y llevo menos de un día sin beber, soy alco.. digo, quiero ser uno de ustedes y decirlo sin miedo, he perdido por mi vicio, a mi esposa, mis hijos, mi madre no me quiere ver, mi padre falleció atropellado por estar ebrio, no tengo amigos, no tengo trabajo, y creo, no puedo caer más bajo, quiero hacer algo, quiero dejar de beber, quiero que me ayuden, ya no puedo más.... y echó a llorar

Todos y cada uno recordó el día de su propia llegada, y lo abrazaron. Había una esperanza. Tal vez ese hombre pueda ayudarse con nosotros. Pero de cada 10 que vienen a la primera reunión, sólo regresan a la segunda menos de la mitad.

lunes, 2 de marzo de 2009

Ilusión

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Video extraído del youtube

Julieta, una musa para mis sentidos.

Las palabras de abajo son propias, ilusos.

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Había una vez una ilusión y esa ilusión eras tú.

Había una vez una ilusión y esa ilusión era yo.

Había una vez un pueblo de ilusiones, un país de ilusionados y un mundo iluso,

Todo habría sido perfecto.

De no ser que todo era una ilusión.

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Un iluso y un incrédulo vivian juntos,

Andaban peleándose todo el día,

Uno defiendía su ilusión, el otro defiendía su verdad,

Un día el incrédulo enfermó y el iluso lo cuidó, mucho lo cuidó, mucho lo compadeció,

Finalmente,

El incrédulo murió,

Y el iluso, quedó con su ilusión.

Hasta quien sabe cuándo.

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lunes, 9 de febrero de 2009

De músicos ambulantes

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Caminaba Mario silbando una melodía que acababa de inventar, golpeaba sus manos abiertas con los dedos extendidos contra su guata bonachona y felíz, a pesar del desorden, bullicio y ajetreo del mercado Central, lo hacía felíz el arroz chaufa con lomo saltado, la sopa wantán y la inca kola helada personal, que hace unos minutos se habia sentado a disfrutar en un chifa de la calle Capón, y que ahora estaban digiriéndose en sus jugos gástricos, inflando su epigastrio un poco más de su estado basal. Silbaba felíz, una melodía mezclada de ritmos, total, los silbidos no son rock, ni pop, ni cumbia, ni chicha, ni huayno, ni vals, ni (porsupuesto) música clásica, sólo es música de pájaritos y ranas y grillos y lobos, caminaba por la pista llena de transeúntes, comerciantes al paso, mendigos y por supuesto, músicos ambulantes. Entonces, ya no silbaba, sólo escuchaba, una pareja de ciegos, con su acordeón tocaban un huaynito alegre. Los anteojos ahumados de aquella señora entrada en años y canosa, reflejaban a la gente mientras se acercaban a dejarle las monedas que les sobraban, el compañero se esmeraba tocando su acordeón, el cual recitaba las notas tristes que su voz alegraba "qué hermosa flor, que linda flor... qué hermosa flor es esa chiquilla, esa chiquilla...";

Mario sintió una nostalgia por el recuerdo de su madre, así que le dejó la moneda más grande que tenía en el bolsillo, una de cinco soles.

Al seguir caminando, quizo continuar silbando, y lo interrumpió, no sólo las ofertas "la docena de cuardernos a 35 soles, a ver caseritaaaa", "a cinco soles, el manual del pendejoooo", "listas escolares, a buen precio caseritaaaaaaaaa", sino tambien la voz de un tipo flaco, con una manzana de Adán prominente, con canas prematuras y un camisa negrísima, que tenía en plena calzada un parlante potente, que inundaba la calle con la pista musical de una canción de la hora del lonchecito, cantaba simulando estar en un concierto a estadio lleno en el monumental de la U, "sentado frente al mar... mil besos yo te dí..."

Y Mario se acordó de aquella chica que se fué, y lo cambió por un tipo mucho mayor, y que, al preguntarle por qué, le dijo, porque contigo no tengo futuro, le hizo gracia recordar que se la encontró hace un año, delgadísima y ojeroza, y ya no era la que él conoció, ni el cincuentaporciento. Sacó una moneda de diez céntimos, y le dió verguenza, así que le dió al cantor un sol, el cual hizo un ruido seco al caer en su lata.

Bueno, ahora sí, se dijo, caminaré sin silbar, sino la gente va a pensar que estoy loco, y miraba hacia todos lados, por sobre el hombro y hacia atrás tambien, pues ya se acercaba a la avenida Abancay, daba largos trancos, para apurarse, cerraba los puños para que no piensen que era una presa perdida y fácil, miraba a los sospechosos y los marcaba, y entonces, una melodía como de una orquesta con trompetas, órgano y percusión sonaba un tabaco y ron. Bien animoso un hombrecito sentado con los miembros inferiores ausentes y un brazo perdido, se esmeraba en mover su única mano completa sobre el órgano, golpear el timbal ladeado con su muñón del miembro inferior derecho e intercambiar la trompeta de plástico con la voz que recitaba la letra "quita esa mala cara compáre, que te va a matar esa amagura, esa amargura, esa amarguraaaa".

Mario vio que ese hombrecito tenia un cartel que decia "Una moneda para un Ex-Combatiente del Glorioso Ejército Peruano", y simplemente, ese hombrecito le hizo acordar que todos tenemos y debemos y podemos, ser una orquesta. Sacó de su bolsillo todas sus monedas, se las dejó en la media lata de betún del hombrecito, y se fué corriendo a alcanzar el micro que acababa de pasar y al que subió al vuelo...

Subió por la puerta trasera del micro, y caminó hacia la parte delantera, pidiendo permiso, se agarró fuerte del pasamanos, con la mano derecha y empezó: "Señores y señoras, les voy a dedicar una canción, espero colaboren con un padre de familia honrado, que se gana la vida de esta manera, vendiendo estos ricos y deliciosos turrones... les voy a dedicar una cancióncita, y al terminar pasaré por sus asientos, espero no me den la espalda, ni se hagan los dormidos, ni me liren con mala cara, una moneda no te hace ni rico ni pobre, y la canción dice asi ...."

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Relato, cuentito o no se qué, de creación propia, siempre que se cite la fuente, copiar y pegar no es delito.

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Video extraído del youtube, hagan doble click

http://playingforchange.com/


lunes, 26 de enero de 2009

El César Vallejo que yo conocí

Por Ciro Alegría (*)

Corría el año 1917 y yo vivía con mis padres en una hacienda de la sierra del norte del Perú, situada exactamente en las últimas estribaciones andinas de la provincia de Huamachuco. Se llama Marcabal Grande y hasta esa hacienda llega ya, subiendo por el cañón abismal del río Marañón, el rescoldo cálido de la selva amazónica. Mi vida había sido la de un niño campesino, hijo de hacendados, a quien su padre enseña en el momento oportuno a leer y escribir pasablemente y las artes más necesarias de nadar, cabalgar, tirar al lazo y no asustarse frente a los largos caminos y las tormentas. Alternaba mis trajines por el campo -donde me placía de modo especial un paraje formado por cierto árbol grande y cierta piedra azul- con lecturas de Andersen, Las mil y una noches y otros libros maravillosos, entre ellos un grueso volumen del naturalista Raimondi sobre viajes y exploraciones de la selva que me parecía igualmente fantástico. Yo soñaba con ir a la selva, pero no como un sabio a estudiarla sino como un pionero. Conquistaría ese mundo poblado de árboles innumerables y de indios bravos.

A los siete años de edad, tales eran mis conocimientos y mis anhelos, pero mis padres abrigaban ideas más amplias sobre mi preparación y un día me anunciaron que debía ir a Trujillo, una lejana ciudad de la costa, a estudiar. En compañía de un hermano menor de mi padre, que pasó con nosotros sus vacaciones, hice el largo viaje. Ésos fueron para mí reveladores días en que trotamos a través de dos de las riscosas cadenas de los Andes, bajando muchas veces hasta valles cálidos ubicados en el fondo de las quebradas y los ríos y subiendo, otras tantas, hasta altos páramos rodeados de rocas contorsionadas. Vimos muchos pueblos y aldeas y nos golpearon frecuentemente los tenaces vientos y lluvias de marzo. Dado el fin de estas líneas, debo apuntar que estuvimos en la ciudad de Huamachuco, capital de nuestra provincia, y que saliendo de allí y al encaminarnos hacia una cordillera muy alta, se abrió el camino de la ciudad de Santiago de Chuco, capital de la provincia limítrofe, donde había nacido César Vallejo.

En ese largo viaje a caballo, que duró siete días sin contar el tiempo que pasamos en casa de amigos que mi padre tenía en la región, me impresionaron sobre todo las altas montañas de los Andes, la puna enhiesta, llena de soledad y silencio y una sobrecogedora dramaticidad que parece nacer de sus inmensas rocas que se parten, formando abismos de vértigo, o trepan y trepan con un terco afán de altura que no se cansa de herir el toldo encapotado del cielo. A veces, el paisaje se dulcifica un poco, tiene bondad de árboles frutales en los valles y ternura de sembríos ondulantes en las laderas, pero todo ello no es sino una tregua, porque predominan las rijosas montañas que se desnudan subiendo a diez o quince mil o más pies de altura. En el alma de quien cruce los Andes o viva allí persistirá siempre la impresión, que es como una herida, del paisaje abrupto hecho de elevadas mesetas, donde apenas crecen pajonales amarillentos, y de roquedales clamantes. Hay tristeza y sobre todo una angustia permanente y callada. Los habitantes de ese vasto drama geológico, casi todos ellos indios o mestizos de indio y español, son silenciosos y duros y se parecen a los Andes. Aun los de pura ascendencia hispánica o los foráneos recién llegados, acaban por mostrar el sello de las influencias telúricas. Azotados por las inclemencias de la naturaleza y las inclemencias sociales -en exponer éstas ya he empleado varios centenares de páginas- sufren un dolor que tiene una dimensión de siglos y parece confundirse con la eternidad.

Todo lo dicho viene a cuento porque, días después de aquel viaje, debía encontrar en mi profesor César Vallejo a un hombre que procedía de esos extraños lados del mundo y los llevaba en sí. El caso es que llegamos a Trujillo, ciudad de la costa clara y soleada, agradablemente cálida. En su ambiente colonial, con trece iglesias de labrados altares y casas de grandes portones, patios amplios y balcones de estilo morisco, daban su nota de modernidad los automóviles que corrían por calles pavimentadas, la luz eléctrica, los trenes que traqueteaban y pitaban yendo y viniendo de los valles azucareros o el puerto próximo. Mi niñez, acostumbrada a la naturaleza virgen, estaba muy asombrada de tanta máquina y del cine y otras cosas más, inclusive de la numerosa gente locuaz, que vestía a la moda. Hasta que un día, cuando mis piernas endurecidas y adoloridas por la cabalgata se agilizaron, mi abuela resolvió mandarme a clase.

Un circunspecto señor, cargado de años y sapiencia, estaba de visita en casa la noche de un domingo, y entonces escuché por primera vez el nombre de Vallejo y las discusiones que provocaba. Se habló de que al día siguiente iniciaría mis estudios.

-Si tuviera un nieto -opinó el señor en un tono de sugerencia- lo mandaría al Seminario. Está regido por eclesiásticos y es muy conveniente...

Yo era todo oídos escuchando esa conversación que me revelaba mi destino de estudiante. Mi abuela repuso con dignidad:

-Es que su padre ha escrito que se lo ponga en el Colegio Nacional de San Juan. Es lo que ha dicho terminantemente. Todos los hombres de la familia se han educado allí.

-¿Y a qué año va a ingresar?

-Al primer año de primaria...

El anciano por poco dio un salto y luego dijo, muy excitado:


-¡Mi señora!, ésa ya no es cuestión de colegios sino de buen sentido... ¿Sabe usted quién es el profesor de primer año en San Juan? ¿Lo sabe usted? Pues ese que se dice poeta, ese César Vallejo, un hombre a quien le falta un tornillo...

-Al fin y al cabo... para enseñar el primer año... -dijo mi abuela tratando de calmarlo.

Mas nuestro visitante estaba evidentemente resuelto a salvar del peligro a un pobre niño indefenso como yo, y argumentó:

-No, no, mi señora... Ese Vallejo, si no es un idiota, es cuando menos un loco. ¿No podrían ponerlo en segundo año?

Al entrar me sorprendió ver que el niño estaba leyendo el periódico...Mi presunto salvador puso una cara de desconsuelo cuando mi abuela apuntó:

-Sí, ya sabe leer y escribir aceptablemente, pero no las otras materias que se enseñan en el primer año.

El anciano estaba evidentemente resuelto a agotar todos sus recursos para librar a mi pobre cerebro de influencias perturbadoras, y tomó un rumbo más pacificador.

-Pero no me va usted a discutir, señora mía, que en cuanto a educación y especialmente en cuanto a religión se refiere, el Seminario es el mejor colegio. Está adquiriendo mucho prestigio...

Y mi abuela:

-En San Juan también enseñan la religión, según el reglamento de estudios, y no son anticatólicos...

El señor abandonó la partida, pero sin duda para consolarse a sí mismo se puso a hacer consideraciones fatales para el modernismo y no sé cuántos ismos más y luego echó rayos y centellas de carácter estético contra el arte de mi profesor, todo lo cual no entendí. Marchóse por fin, llevándose una expresión de discreta contrariedad y no sin desearme buena suerte en una forma entre esperanzada y compasiva.

Me fue difícil conciliar el sueño en medio de la inquietud que se apodera de un niño que irá a la escuela por primera vez y pensando en mi profesor, que según decían era poeta y a quien el severo anciano había llamado loco cuando no idiota.

Continuar leyendo .... http://www.librosperuanos.com/autores/cesar-vallejo1.html

(*) Publicado originalmente en 1944 en Cuadernos Hispanoamericanos, este perfil del gran poeta del Perú apenas si ha tenido difusión.