lunes, 26 de enero de 2009

El César Vallejo que yo conocí

Por Ciro Alegría (*)

Corría el año 1917 y yo vivía con mis padres en una hacienda de la sierra del norte del Perú, situada exactamente en las últimas estribaciones andinas de la provincia de Huamachuco. Se llama Marcabal Grande y hasta esa hacienda llega ya, subiendo por el cañón abismal del río Marañón, el rescoldo cálido de la selva amazónica. Mi vida había sido la de un niño campesino, hijo de hacendados, a quien su padre enseña en el momento oportuno a leer y escribir pasablemente y las artes más necesarias de nadar, cabalgar, tirar al lazo y no asustarse frente a los largos caminos y las tormentas. Alternaba mis trajines por el campo -donde me placía de modo especial un paraje formado por cierto árbol grande y cierta piedra azul- con lecturas de Andersen, Las mil y una noches y otros libros maravillosos, entre ellos un grueso volumen del naturalista Raimondi sobre viajes y exploraciones de la selva que me parecía igualmente fantástico. Yo soñaba con ir a la selva, pero no como un sabio a estudiarla sino como un pionero. Conquistaría ese mundo poblado de árboles innumerables y de indios bravos.

A los siete años de edad, tales eran mis conocimientos y mis anhelos, pero mis padres abrigaban ideas más amplias sobre mi preparación y un día me anunciaron que debía ir a Trujillo, una lejana ciudad de la costa, a estudiar. En compañía de un hermano menor de mi padre, que pasó con nosotros sus vacaciones, hice el largo viaje. Ésos fueron para mí reveladores días en que trotamos a través de dos de las riscosas cadenas de los Andes, bajando muchas veces hasta valles cálidos ubicados en el fondo de las quebradas y los ríos y subiendo, otras tantas, hasta altos páramos rodeados de rocas contorsionadas. Vimos muchos pueblos y aldeas y nos golpearon frecuentemente los tenaces vientos y lluvias de marzo. Dado el fin de estas líneas, debo apuntar que estuvimos en la ciudad de Huamachuco, capital de nuestra provincia, y que saliendo de allí y al encaminarnos hacia una cordillera muy alta, se abrió el camino de la ciudad de Santiago de Chuco, capital de la provincia limítrofe, donde había nacido César Vallejo.

En ese largo viaje a caballo, que duró siete días sin contar el tiempo que pasamos en casa de amigos que mi padre tenía en la región, me impresionaron sobre todo las altas montañas de los Andes, la puna enhiesta, llena de soledad y silencio y una sobrecogedora dramaticidad que parece nacer de sus inmensas rocas que se parten, formando abismos de vértigo, o trepan y trepan con un terco afán de altura que no se cansa de herir el toldo encapotado del cielo. A veces, el paisaje se dulcifica un poco, tiene bondad de árboles frutales en los valles y ternura de sembríos ondulantes en las laderas, pero todo ello no es sino una tregua, porque predominan las rijosas montañas que se desnudan subiendo a diez o quince mil o más pies de altura. En el alma de quien cruce los Andes o viva allí persistirá siempre la impresión, que es como una herida, del paisaje abrupto hecho de elevadas mesetas, donde apenas crecen pajonales amarillentos, y de roquedales clamantes. Hay tristeza y sobre todo una angustia permanente y callada. Los habitantes de ese vasto drama geológico, casi todos ellos indios o mestizos de indio y español, son silenciosos y duros y se parecen a los Andes. Aun los de pura ascendencia hispánica o los foráneos recién llegados, acaban por mostrar el sello de las influencias telúricas. Azotados por las inclemencias de la naturaleza y las inclemencias sociales -en exponer éstas ya he empleado varios centenares de páginas- sufren un dolor que tiene una dimensión de siglos y parece confundirse con la eternidad.

Todo lo dicho viene a cuento porque, días después de aquel viaje, debía encontrar en mi profesor César Vallejo a un hombre que procedía de esos extraños lados del mundo y los llevaba en sí. El caso es que llegamos a Trujillo, ciudad de la costa clara y soleada, agradablemente cálida. En su ambiente colonial, con trece iglesias de labrados altares y casas de grandes portones, patios amplios y balcones de estilo morisco, daban su nota de modernidad los automóviles que corrían por calles pavimentadas, la luz eléctrica, los trenes que traqueteaban y pitaban yendo y viniendo de los valles azucareros o el puerto próximo. Mi niñez, acostumbrada a la naturaleza virgen, estaba muy asombrada de tanta máquina y del cine y otras cosas más, inclusive de la numerosa gente locuaz, que vestía a la moda. Hasta que un día, cuando mis piernas endurecidas y adoloridas por la cabalgata se agilizaron, mi abuela resolvió mandarme a clase.

Un circunspecto señor, cargado de años y sapiencia, estaba de visita en casa la noche de un domingo, y entonces escuché por primera vez el nombre de Vallejo y las discusiones que provocaba. Se habló de que al día siguiente iniciaría mis estudios.

-Si tuviera un nieto -opinó el señor en un tono de sugerencia- lo mandaría al Seminario. Está regido por eclesiásticos y es muy conveniente...

Yo era todo oídos escuchando esa conversación que me revelaba mi destino de estudiante. Mi abuela repuso con dignidad:

-Es que su padre ha escrito que se lo ponga en el Colegio Nacional de San Juan. Es lo que ha dicho terminantemente. Todos los hombres de la familia se han educado allí.

-¿Y a qué año va a ingresar?

-Al primer año de primaria...

El anciano por poco dio un salto y luego dijo, muy excitado:


-¡Mi señora!, ésa ya no es cuestión de colegios sino de buen sentido... ¿Sabe usted quién es el profesor de primer año en San Juan? ¿Lo sabe usted? Pues ese que se dice poeta, ese César Vallejo, un hombre a quien le falta un tornillo...

-Al fin y al cabo... para enseñar el primer año... -dijo mi abuela tratando de calmarlo.

Mas nuestro visitante estaba evidentemente resuelto a salvar del peligro a un pobre niño indefenso como yo, y argumentó:

-No, no, mi señora... Ese Vallejo, si no es un idiota, es cuando menos un loco. ¿No podrían ponerlo en segundo año?

Al entrar me sorprendió ver que el niño estaba leyendo el periódico...Mi presunto salvador puso una cara de desconsuelo cuando mi abuela apuntó:

-Sí, ya sabe leer y escribir aceptablemente, pero no las otras materias que se enseñan en el primer año.

El anciano estaba evidentemente resuelto a agotar todos sus recursos para librar a mi pobre cerebro de influencias perturbadoras, y tomó un rumbo más pacificador.

-Pero no me va usted a discutir, señora mía, que en cuanto a educación y especialmente en cuanto a religión se refiere, el Seminario es el mejor colegio. Está adquiriendo mucho prestigio...

Y mi abuela:

-En San Juan también enseñan la religión, según el reglamento de estudios, y no son anticatólicos...

El señor abandonó la partida, pero sin duda para consolarse a sí mismo se puso a hacer consideraciones fatales para el modernismo y no sé cuántos ismos más y luego echó rayos y centellas de carácter estético contra el arte de mi profesor, todo lo cual no entendí. Marchóse por fin, llevándose una expresión de discreta contrariedad y no sin desearme buena suerte en una forma entre esperanzada y compasiva.

Me fue difícil conciliar el sueño en medio de la inquietud que se apodera de un niño que irá a la escuela por primera vez y pensando en mi profesor, que según decían era poeta y a quien el severo anciano había llamado loco cuando no idiota.

Continuar leyendo .... http://www.librosperuanos.com/autores/cesar-vallejo1.html

(*) Publicado originalmente en 1944 en Cuadernos Hispanoamericanos, este perfil del gran poeta del Perú apenas si ha tenido difusión.

martes, 20 de enero de 2009

Ese tipo

Imagen tomada prestada de http://pantallasjk.wordpress.com/page/12/

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Me dí cuenta que el ese tipo caminaba hacia mí directamente, como queriéndome pegar, agredir o insultarme, al verme, lo ví tambien. Su actitud amenazante me intimidó, pero no dejé que se me notara, seguí mi camino, apurando el paso y apretando los dientes.
Bajé la mirada, y eso, pensé que fué una actitud que el tipo podría interpretar como cobardía o lo que sea, así que la alzé en el acto, apresurando, un poco más, el paso.
Fijé mis ojos en el tipo, ví que llevaba la frente arrugada, la cejas y los ojos y la boca entreabierta, por una respiración entrecortada, como si viniera caminando hace rato, su ropa estaba medio limpia medio sucia, su saco azul y su corbata roja de lineas denotaba pelusas blancas que a lo lejos hacía ver viejo al saco y la corbata, su cabello húmedo como recién salido de la ducha, pero la barba crecida y canosa, apretaba el labio superior y tenía la columna medio encorvada. Yo lo miraba fijamente, ya medio asustado pues él no me sacaba los ojos de encima y yo respondí haciendo lo mismo, no atreviéndome siquera a pestañear, sabiendo que si es un simple ladrón, al ver mi actitud decidida y al ser temprano y la calle con gentes que iban a sus trabajos, mientras yo iba tarde ya, al mío, aunque estaba dentro de la tolerancia y cerquísima.
Así que apresuré el paso, definitivamente ese tipo, canoso, arrugado, enojado, con los ojos brillosos y los puños cerrados, venía directo hacia mí, y yo iba directo hacia él. Decidí que iba a enfrentarlo, no me importaba lo avezado que demostraba ser al querer atacarme en plena luz del día en un lugar con seguridad permanente.
A pocos pasos me detuve, lo seguí mirando.
Él me miraba, llevé mi mano al bolsillo de mi saco, y él hizo lo mismo, quise abrirme el paso hacia la derecha, él también.
Entonces, extendió su brazo, con la mano abierta hacia mí, y yo tuve el mismo impulso, casi al mismo tiempo. Mi mano y su mano casi se chocaban, y una tercera persona estaba detrás de él y parecía que quería decirle algo.

- ¡Mario, llegarás tarde si sigues mirándote en el espejo!

Los dos tipos que llevaban la superficie pulida y plana y que estuvieron descansando, la alzaron y me dejaron parado, sólo y sin saber qué pensar, ni adonde ir.


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lunes, 12 de enero de 2009

Viendo un Pasacalle en Sullana...

Bueno, mi gran amiga K. me ha sugerido, ponga algunas anotaciones, descripciones o cuente algo sobre las imágenes, porque "el que no conoce, se pierde".

Yo pensaba que podía hacer que la foto expresara de por sí una emoción o idea... pero bueno.

Voy a contarles que estaba trabajando en Sullana, Piura, una ciudad muy calurosa, con gente muy alegre, simpáticas chicas, comida rica y gran comercio. En esta ciudad no se ven combis, ni taxis. Todo es mototaxi (lastima que no tomé una foto de alguna), pero los peruanos las conocen muy bien.

Tienen un equipo en el fútbol profesional (El Alianza Atlético de Sullana), que fuí a ver y gritar sus goles en su estadio, un escenario digno de mejor presentación. Tampoco tomé fotos, puesto que si hay algo que los mismos sullanenses te advierten, es que no seas confiado porque la delincuencia es brava.

Aún así tome algunos videos cortos cuando me topé con un pasacalle por el Aniversario de Sullana, chicos de escuelas e institutos en un desfile de carros alegóricos que terminó en la Plaza de Armas, tomé unas fotos, las pongo luego, cuando advierta si es legal, puesto que son niños de escuelas, vestidos de trajes típicos...

Los videos sí los puedo poner, pues aparte que no se distinguen bien los rostros, pues ya caía la noche, y no es cámara de video, sino de fotos... Los chicos hicieron una presentacion frente de la iglesia, recordando los diferentes bailes que hay en el Perú...

Los dejo con los videos... (El audio es muy malo, estaba cerca a los parlantes, así que bájense el volumen y no me odien)


Marinera en Sullana
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PASACALLE SULLANA (baile diablada parte1)
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PASACALLE SULLANA (baile diablada parte 2)
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Pasacalle en Sullana - El festejo de Chincha
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Pasacalle en Sullana - ¿Esto es polka o algo así?
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Pasacalle en Sullana - El infaltable Huaynito
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Pasacalle en Sullana - De la Selva su Baile
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En el último video, se me acabó la batería, piña...

Saludos

martes, 6 de enero de 2009

Un video un tanto largo (47min)

Este video me lo pasó mi amigo L. muy ilustrativo sobre un problema actual, del que todos estamos "enterados" por la TV, pero que muchos no entendemos, en un intento por entender de una manera práctica y abandonando un poco nuestra propias creencias, podemos darnos cuenta de que estamos en un mundo que no quiere evolucionar.

Si eres MUY creyente en cualquier religión, (Católica, Judía, Islámica, o alguna otra) mejor no lo veas.

Nos leemos.