jueves, 28 de mayo de 2009

El Mario Vargas Llosa que Yo conocí.

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Un relato de cómo conocí a ilustre escritor
(por menos de dos minutos).
Debo advertir que todo es un ejercicio de invención y mezcla con realidad, así que mejor no crean nada.

imagen tomada de la página http://www.ferialibrotrujillo.com

Entre dormido y sin ensueños, bajé del bus y la terramoza me ofrecío un caramelo de limón. Pisé tierras trujillanas por primera vez. El sonido de la marinera norteña ideal y recreada en mi oído interno, sentimentalón, buscando algo que me sorprenda gratamente, mirando de aquí para allá, bajé, suspirando por no encontrar nada.

Me traía a esta ciudad una oferta de trabajo, que luego de presentaciones de currículum, exámenes, entrevistas y demás, logré conseguir, pero eso no viene al caso. Yo estaba emocionado en la tierra donde vivió Cesar Vallejo, Ciro Alegría, un tal José Watanabe y que es considerada "la ciudad mas culta del Perú" y "la ciudad de la Eterna Primavera", así que luego del afán o estrés del concurso y la suerte de salir elegido, me dediqué a conocer la ciudad.

Fue entonces, caminando por la Plaza de Armas, que me alcanzaron un volante que tenía la foto del ilustre Mario Vargas Llosa y una leyenda que decía: "De esta fiesta no me libro"


El gran escritor, al que yo, un provinciano un tanto des informado, recién había visto por televisión en mi niñez dando un mitin en contra de la estatización de la banca que quizo imponer el presidente de ese entonces, y también de ahora, el presidente pródigo del Perú, Alan García Pérez. También lo vi luego en una campaña electoral millonaria que daba miedo, era el candidato casi fijo para ser presidente, cada cinco minutos un comercial de televisión salía anunciando una melodía de zampoña, y se veía un símbolo de escalera, en los tiempos donde a duras penas se conseguía pan, kerosene, azúcar y la leche ENCI.

Que te bombardeen con la mayor publicidad política de la historia electoral peruana, claro que daba que pensar. En fin, el novelista perdió esas elecciones, en segunda vuelta con El Chino (Alberto Fujimori). Y de allí se fue del País. Aquí lo vimos como un acto de resentimiento para con nuestro país, el hecho que adquiriera la nacionalidad española unos meses después, se ganó la antipatía de las clases medias y bajas, alentado este recelo por lo medios de comunicación y por alguna que otro escrito (el autobiográfico: el pez en el agua) y alguna declaración hecha a algún medio extranjero. Hasta había una canción oportunista sobre lo amargado que estaba por no salir elegido presidente. Todo esto hacía que los jóvenes lo identifiquemos como un renegado del Perú y mal perdedor.
Al ver que faltaba un poco más de una semana para la llegada del laureado escritor, que incluía en el programa la firma de libros, me dí cuenta de una cosa, inconfesable e impropia de un peruano que quiere tener opinión. Me dí cuenta que no había leído ni siquiera un libro, ni siquiera una novela, ni siquiera uno de esos artículos que publica en los diarios (lo marginaba yo, leía "Por: Mario Vargas Llosa" y nada); Ojo, no puede decirse que viendo la película de La ciudad y los perros y la mas pobre Pantaleón y las visitadoras, ya conocía algo de su obra. No es igual ni da lo mismo ver una película a leer el libro.

Así que, fui caminando hacia una librería pirata, a comprarme algún libro pirata y convertirme en un lector pirata, escogí, entre otras muchas que tenían una edición de "la Guerra del Fin del Mundo" un libro grueso, pero que estaba dispuesto a leer.

Fui al departamento que acababa de alquilar, después de una búsqueda intensa y urgente, mas difícil de lo que imaginaba, me senté en el suelo de mi departamento vacío, y empecé a leer mi libro pirata, subrrayando nombres, ideas, y palabras desconocidas, tratando de imaginar todo lo relatado. Fué fácil, me enganché en la historia de El Consejero y sus amigos, intentando un lucha en contra de lo que ellos consideraban El Anticristo, todo ocurre en Canudos, un sitio del noreste de Brasil. Un novela que me dediqué a leer toda esa semana que estuve sin muebles, sólo, en una ciudad nueva y sin amigos.

La terminé de leer y pensé ¿Cómo me he podido perder de leer a este autor tan completo, casi, casi genial? Me puse a buscar más obras, pero, bueno, también tenía que hacer otras cosas, así que me lo pospuse, gracias a que encontré. ya en plena feria, un ejemplar de La palabra del Mudo, (de Ribeyro) y lo siento, me dediqué a devorarlo.

En fín, llegó el día y fui a la feria, en Mansiche, me dieron mi ticket para la conferencia en Huanchaco y enrrumbé hacia la playa, en un estrado impresionante, por el paisaje que lo adornaba (un atardecer, el sol poniéndose en el horizonte, el cielo naranja, azul, gris y el mar con otros tanto colores, y la brisa del verano, todo bien bonito). Un sillón en medio del escenario preparado esperaba al escritor, la hora decía 6 pm. Yo llegué a las 7:15 pm y como supuse, recién iban a empezar. Al guardia de seguridad le di mi ticket, y noté que éste te daba pase a la parte posterior del público. La zona llamemosla "VIP", estaba reservada para las clases altas trujillanas y otras venidas seguro de Lima. Me dió cólera y en un descuido del agente gordo y de mas de dos metros, me escabullí al área VIP y me senté al costado de una señora bien vestida, obesa, rubia, blanquísima y que fumaba, lo cual no me importó.
De la conferencia "Los Secretos de Un Novelista", extraigo de la memoria , no literalmente: "...una novela puede tener inexactitudes históricas, de errores en cuanto a fechas y sucesos, pero corresponde al autor, darle una verdad literaria, que llegue a convencer al lector, que esto ocurrió así, y que lo crea tanto, que cuando vaya a La Mancha pregunte donde está la tumba del Quijote, o en Inglaterra, pregunte donde fueron enterrados Romeo y Julieta...".

Comprendí que escribir es una licencia para inventar, imaginar y crear, y en cierta medida, de mentir. Lo dijo, entre lineas y palabras dificiles. Y fué muy sincero. Aunque puedo haber entendido lo que pude y no lo que debí.

La señora obesa que fumaba, de vez en cuando me distraía con sus ronquidos. Lamenté que se dieran sitios tan privilegiados a gente que quizás no haya leído un libro de Vargas Llosa, que solo le interesaba aparentar y no ser. Bueno, con toda la educación del mundo de vez en cuando le arrimaba un pequeño codazo en su brazo rechoncho y que tenía un reloj de oro, que bien podría servir para alimentar a toda la concurrencia que se sentaba detrás del área VIP. Hubieran servido galletitas.

Al otro día, saliendo de la chamba, fui a la firma de libros programada para las 7pm, ésta si iba a ser puntual, de hecho. Me compré el original del libro que había leído, pues obviamente no aceptaban que se firmen libros piratas, pero a los lectores piratas, menos mal, no había como identificarlos. Así que hice mi colita. Mientras me aburría en mi puesto masomenos 30 de la fila, con unos adolescentes delante y otros cuantos detrás, que hacía la misma fila, pensé que la juventud trujillana, o tenía el buen hábito de la lectura, o simplemente estaban allí por curiosidad o monería. Cada quien llevaba su libro en la mano, algunos llevaban varios. La encargada, una joven algo brusca, pasaba de uno en uno, acompañada de dos agentes de seguridad que parecían gladiadores americanos del programa de televisión, escudriñaban tu libro y le daban el visto bueno. Lo hacían allí, antes de que empezara y luego justo antes de que te toque el turno. Yo llevaba orgullosísimo mi libro original, de la Alfaguara, edición definitiva, como cuando niño salía con zapatillas nuevas. Pero luego me dí cuenta del ridículo. Un libro nuevo y reluciente es señal de no haber sido leído, de sólo comprarlo por la monería. Mi defensa fue ver los otros libros. cada uno llevaba el suyo también en el brazo. Un adolescente que estaba detrás, llevaba una edición de "Pantaleón y las visitadoras" que salió con el diario El Comercio hace unos meses, su enamoradita llevaba "Travesuras de la niña mala" recién comprado, todavía en su bolsita de plástico. Un señor más adelante tenía "La casa Verde" en una edición seguramente original, por lo amarillento que se veía el libro, seguramente muy leído y releído. Pero, lo que más me llamó la atención fue un joven vestido de negro y pelucón. No tenía libros. Él tenía un vídeo en DVD, de la película "La ciudad y los perros". La jovencita encargada, inicialmente no quizo dejarlo pasar. El tipo protestó. Vino la seguridad. Lo cargaron. Todos los que hacía cola se quedaron callados. Yo no. Le informé a la jovencita, saliéndome de la cola, que esa película se basaba en un libro, el que lo hizo famoso, que Mario Vargas Llosa colaboró en el Guión y que es correcto que lo quiera hacer firmar. Sin la novela no había película. El tipo no se quedó callado. Mostró su boleta, el DVD era original. Nada que hacer. La gente que hacia cola solo esperaba que alguien protestara para apoyar, aunque algunos a manera de sorna. Lo dejaron pasar.

Cuando me tocó el turno a mí, me sentí algo impresionado y nervioso. No había pensado en qué decirle. Supuse que me preguntaría mi nombre y me dedicaría el libro. Y que me iba a poder tomar alguna foto. Nada de eso pasó. Luego de que la flaca jovencita escudriñó y olió mi libro, y me dejó pasar, se lo presenté al famoso, que lucía un impresionante cabello blanco, un color rosadísimo y un aire a viejo aristocrático y hollywoodense. No supe que decir. Solo le sonreí como un tonto, esperando que me preguntara mi nombre. Para nada esperé. El hombre estampó su firma y cerró el libro. Mi rostro cambió a uno de decepcionado, trató de animarme, supongo, cuando me dijo:

- Espero que te guste (Y me tendió la mano)

- Ya lo leí Don Mario (Mientras le apretaba la mano con firmeza)

Y se me ocurrió agregar:

- ¡Alabado sea el buen Jesús Consejeiro!

El rostro de Don Mario cambió, sonrió y me dijo:

-¡Que viva la República!

Cogí mi libro y saqué mi libro pirata debajo de mi casaca (el que sí había leído, subrayado, maltratado y desgastado). Ya me habían cogido los super-guachimanes. Sólo me quedó decir:

-Excelentísimo señor. ¿Puede firmarme mi otro libro? (sacando el librito pirata)

-De ninguna manera.

Así terminó mi pequeña aventura. Ahora estoy embarcado en otras lecturas, y lo leo de vez en cuando en su Piedra de Toque. Hace poco le conté mi anécdota a un amigo, el gran L. y motivó que recién escribiera un post.

Osea que le diste la mano al pajero de Vargas Llosa!

-Bueno, nos dimos la mano entre pajeros.

Espero que si lee esto, algún día no me desmienta. Sólo he aplicado lo que su conferencia me animó a escribir.


FIN

Me tuve que tomar la foto así. Con el original no se podía.

martes, 19 de mayo de 2009

Currículum



...


El cuento es muy sencillo

usted nace

contempla atribulado

el rojo azul del cielo

el pájaro que emigra
.
el torpe escarabajo

que su zapato aplastará

valiente

.

.


usted sufre

reclama por comida

y por costumbre

por obligación

llora limpio de culpas

extenuado

hasta que el sueño lo descalifica


.

.

usted ama

se transfigura y ama

por una eternidad tan provisoria

que hasta el orgullo se le vuelve tierno

y el corazón profético

se convierte en escombros


.

.

usted aprende

y usa lo aprendido

para volverse lentamente sabio

para saber que al fin el mundo es esto

en su mejor momento una nostalgia

en su peor momento un desamparo

y siempre siempre

un lío

.

.


entonces

usted muere.





Adiós (Mario Benedetti),
Éste es mi poema favorito del gran Mario, quien el pasado 18 falleció en Montevideo a la edad de 88 años. Tras una penosa enfermedad y tres años después de la muerte de su esposa (su amada Luz).

Nos deja una lección de vida, un hombre que fue perseguido en su país por las dictaduras uruguayas y argentinas, exiliado en Lima, en Cuba, en Palma y Madrid, siempre regresaba a Paso de los Toros, Montevideo, su urbe natal.

Era tímido y cordial, comprometido con su tiempo e incorruptible, nos deja un grande, un poeta universal.



Les dejo el poema en canción (Joan Manuel Serrat), extraído del youtube.
Por cierto la imagen de Mario Benedetti fue tomada de http://www.intramed.net/ (el mejor portal de noticias médicas en español)





viernes, 1 de mayo de 2009

Se me acabó el RIN

Imagen tomada de acá
Atardecía y sin novedad, como siempre atardecía. La luz naranja del sol sobre los ficus de la Plaza de Armas, el viento llevándose el polvo de las veredas y las pocas palomas recogiendo los maicillos que alguna viejita arrugadita sentada en las bancas, les echa en el piso.

Mario tenía en sus manos, alineadas y en pila, veintitrés RINes que quería terminar de vender, y también tenía en los bolsillos, dos DDN y un DDI, que eran los que más demoraban en venderse, pero asimismo por lo que más podía ganar, en caso de venderlos.

Mario sabía que no era necesario andar pregonando, ofreciendo o mostrando lo que vendía, como lo hacían los otros vendedores que se paraban en esa esquina de la Plaza de Armas, entre la Grau y la Lima, pero él no. Su manera de hacerse notar era simple, hacía sonar los RINes, cogiendo la pila con una mano y dejándola caer alineada y sonoramente sobre la otra mano, el sonido era característico y rasqueteante. Otras veces cogía la pila de RINes con una sola mano y la movía de arriba abajo con la ayuda de la flexión y extensión de los dedos juntos, haciendo que la gravedad separara y juntara los RINes, emitiendo un rasqueteo más breve y seco.

Dos teléfonos públicos, que se daban la espalda el uno al otro, y que cada uno lucía una anaranjada cubierta redondeada que como una concha a una perla cubría el aparato telefónico rectangular y gris, con su disco marcatorio central y su gran auricular negro con cable plateado al costado.

Alrededor unos cuatro niños como Mario, entre ocho y doce años, y un adulto, esperaban a los usuarios, que para usar la tecnología que permitía comunicarse con cualquier lugar del país y del mundo (siempre y cuando, ese cualquier lugar tuviera un aparato igual), tenían que comprar sí o sí, los RINes, DDNes o DDies, como se dice "al paso".

Y es que Mario y los demás se aprovechaban de la desinformación. A dos cuadras de aquel lugar, quedaba la oficina central de Entel Perú (la única empresa estatal o privada encargada de los teléfonos del país). En ese sitio vendían los RINes, los DDNes y los DDies, a un precio que Mario y los demás duplicaban y triplicaban, dependiendo de la cara de apurado y la negociación regatera del usuario. Era simple y rentable. (*)

Pero así y todo lo fácil que parecía, a los ocho años, para Mario contar con algunos billetes con los cuales comprarse unos chicles, arrocito, algodón de azúcar, manzana acaramelada, jugar fulbito de mano, o simplemente dárselos a su mamá para que los guardase, juntando para un carrito o el gran sueño de Mario: un playgo.

Llevaba ya una gran experiencia (casi dos semanas), y sabía bien a que hora era bueno ir, a que hora no, a quien acercarse y a quien dejar pasar, e incluso decirles que se te habían terminado los RINes, cuando todavía tenías.

Era buena hora, por ejemplo, a mediodía, a esa hora se llamaban a los parientes lejanos y cuando los demás se iban a almorzar, Mario se quedaba a vender, hacían cola para el teléfono y casi no había competencia. También era buena hora a eso de las 6 a 8 de la tarde-noche, a esa hora se confirmaban encuentros amorosos, principalmente, y cosa curiosa, siempre les faltaban RINEs a los enamorados llamantes, compraban uno (que les duraba para hablar tres minutos), pero terminaban comprando dos o tres más, en plena charla, si querer descolgar.

Cuando venía una persona de luto, sabía que iba a querer un DDN o un DDI, eran malas noticias. Igual tenía que vender y lo hacía. En este caso no era agradable ver llorar a alguien mientras le daba un billete en plena llamada. No se sentía bien. En su caso, Mario le vendía a precio de costo, pero le advertía que no tenía mas que una (lo cual era generalmente cierto).
Mario sabía que con las mujeres era incierto, algunas eran muy "buena gente" y le compraban varias monedas sin reclamar, ni chistar, y lo llamaban mientras llamaban y les daba los RINes que después, terminada la llamada, le pagaban. Otras, no pocas, regateaban sobre los precios, se quejaban, amenazaban con denunciarlos, encima no compraban mas que una sola ficha, y si te pedían una "para pagarte después que terminé la llamada", nunca lo hacían, era mejor decir, "ya no tengo". Hubo una mujer joven que le pidió preguntar al teléfono por un tal Pedro, tuvo suerte, pues el mismo Pedro le contestó, y le pasó el teléfono a la mujer joven, en cambio en otra oportunidad, le contestó una señora que me comenzó a interrogar, la lección estaba aprendida y él tenía que decir "el primo Mario, desde Lima", y la gritadera que se oía llamando al supuesto "primo". Era hasta cierto punto, divertido.

Hasta que un día. Llegaron los cambios. Cambiaron los teléfonos. Ahora eran más cuadrados y menos redondos, del discado a las teclas. También cambiaron la moneda oficial del país. La gente ya no usaba los teléfonos con RINes. Vinieron nuevas monedas y hasta una tarjeta electrónica.

El trabajo de RINero había llegado a su fin.

(*) Por más que me esfuerzo, no consigo recordar los precios, eran épocas difíciles para el Perú y los precios no eran nada estables. Todo eran billetes, no había monedas.