lunes, 9 de febrero de 2009

De músicos ambulantes

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Caminaba Mario silbando una melodía que acababa de inventar, golpeaba sus manos abiertas con los dedos extendidos contra su guata bonachona y felíz, a pesar del desorden, bullicio y ajetreo del mercado Central, lo hacía felíz el arroz chaufa con lomo saltado, la sopa wantán y la inca kola helada personal, que hace unos minutos se habia sentado a disfrutar en un chifa de la calle Capón, y que ahora estaban digiriéndose en sus jugos gástricos, inflando su epigastrio un poco más de su estado basal. Silbaba felíz, una melodía mezclada de ritmos, total, los silbidos no son rock, ni pop, ni cumbia, ni chicha, ni huayno, ni vals, ni (porsupuesto) música clásica, sólo es música de pájaritos y ranas y grillos y lobos, caminaba por la pista llena de transeúntes, comerciantes al paso, mendigos y por supuesto, músicos ambulantes. Entonces, ya no silbaba, sólo escuchaba, una pareja de ciegos, con su acordeón tocaban un huaynito alegre. Los anteojos ahumados de aquella señora entrada en años y canosa, reflejaban a la gente mientras se acercaban a dejarle las monedas que les sobraban, el compañero se esmeraba tocando su acordeón, el cual recitaba las notas tristes que su voz alegraba "qué hermosa flor, que linda flor... qué hermosa flor es esa chiquilla, esa chiquilla...";

Mario sintió una nostalgia por el recuerdo de su madre, así que le dejó la moneda más grande que tenía en el bolsillo, una de cinco soles.

Al seguir caminando, quizo continuar silbando, y lo interrumpió, no sólo las ofertas "la docena de cuardernos a 35 soles, a ver caseritaaaa", "a cinco soles, el manual del pendejoooo", "listas escolares, a buen precio caseritaaaaaaaaa", sino tambien la voz de un tipo flaco, con una manzana de Adán prominente, con canas prematuras y un camisa negrísima, que tenía en plena calzada un parlante potente, que inundaba la calle con la pista musical de una canción de la hora del lonchecito, cantaba simulando estar en un concierto a estadio lleno en el monumental de la U, "sentado frente al mar... mil besos yo te dí..."

Y Mario se acordó de aquella chica que se fué, y lo cambió por un tipo mucho mayor, y que, al preguntarle por qué, le dijo, porque contigo no tengo futuro, le hizo gracia recordar que se la encontró hace un año, delgadísima y ojeroza, y ya no era la que él conoció, ni el cincuentaporciento. Sacó una moneda de diez céntimos, y le dió verguenza, así que le dió al cantor un sol, el cual hizo un ruido seco al caer en su lata.

Bueno, ahora sí, se dijo, caminaré sin silbar, sino la gente va a pensar que estoy loco, y miraba hacia todos lados, por sobre el hombro y hacia atrás tambien, pues ya se acercaba a la avenida Abancay, daba largos trancos, para apurarse, cerraba los puños para que no piensen que era una presa perdida y fácil, miraba a los sospechosos y los marcaba, y entonces, una melodía como de una orquesta con trompetas, órgano y percusión sonaba un tabaco y ron. Bien animoso un hombrecito sentado con los miembros inferiores ausentes y un brazo perdido, se esmeraba en mover su única mano completa sobre el órgano, golpear el timbal ladeado con su muñón del miembro inferior derecho e intercambiar la trompeta de plástico con la voz que recitaba la letra "quita esa mala cara compáre, que te va a matar esa amagura, esa amargura, esa amarguraaaa".

Mario vio que ese hombrecito tenia un cartel que decia "Una moneda para un Ex-Combatiente del Glorioso Ejército Peruano", y simplemente, ese hombrecito le hizo acordar que todos tenemos y debemos y podemos, ser una orquesta. Sacó de su bolsillo todas sus monedas, se las dejó en la media lata de betún del hombrecito, y se fué corriendo a alcanzar el micro que acababa de pasar y al que subió al vuelo...

Subió por la puerta trasera del micro, y caminó hacia la parte delantera, pidiendo permiso, se agarró fuerte del pasamanos, con la mano derecha y empezó: "Señores y señoras, les voy a dedicar una canción, espero colaboren con un padre de familia honrado, que se gana la vida de esta manera, vendiendo estos ricos y deliciosos turrones... les voy a dedicar una cancióncita, y al terminar pasaré por sus asientos, espero no me den la espalda, ni se hagan los dormidos, ni me liren con mala cara, una moneda no te hace ni rico ni pobre, y la canción dice asi ...."

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Relato, cuentito o no se qué, de creación propia, siempre que se cite la fuente, copiar y pegar no es delito.

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Video extraído del youtube, hagan doble click

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