Por la ventana veía las luces de la nublada, fría, gris y aglomerada ciudad, a la cual retornaba luego de un viaje intenso.
Cuando las ruedas del avión tocaron la pista, sentía la seguridad que da el estar en tierras conocidas. Pasé de largo todo el trámite y al salir de tanto barullo, me esperaba mi chica fiel, portando un letrero de "Wellcome".
Me causo mucha gracia su ocurrencia, sonreí después de todo, ella tenía ese poder, me podía alegrar la noche, o también echármela a perder.
En cámara lenta y corriendo de puntas dí los pasos más ridículos hacia ella, con los brazos abiertos y sonriente hasta las orejas, le dí un abrazo tan fuerte que ahí mismo se hubiera quedado espantada y se hubiera ido. Pero no se fue.
Partimos y el equipaje estorbaba, lo arrojé por la ventana del taxi, hasta mi casa, hasta mi cuarto, hasta mi ropero, hasta la ducha y la farmacia. Seguimos de largo hasta mi añorada callejuela, de noche y amanecida, nos bajamos en Unión y Ocoña, subimos un toque al Yacana, nos tomamos un cuba libre bien hecho en el Perú, y acariciamos oídos con música ligera...
Luego de este otro barullo, salí a caminar con mi fiel amiga, por todo Unión, abrazados eramos uno sólo, sujetado a su cintura y ella metiendo su mano en mi bolsillo trasero. En una esquina nos compramos nuestro cigarrito nacional que tanto extrañamos, y pitando y pitando, aspirando humo de tabaco y de ciudad, nos acurrucábamos entre nosotros, sus labios de vez en cuando regalábanme una sonrisa, un te quiero, un morder de labios.
Abordamos un taxi en plena Plaza Mayor y le pedimos llevarnos a Risso. Nos bajamos y seguimos caminando, Ella me llevaba de la mano, sabíamos dónde terminaríamos, y me sonreía cómplice. Ella marcó el número, fingió la voz en el auricular e hizo los tratos.
Ella me invitó una chela, prendió mi cigarrito y me seguía sonriendo. Me llevó de la mano hacia un pasaje oscuro y desierto, tocó el timbre del Hostal, Siempre terminamos viendonos aquí, me dijo. ¿Te acuerdas la primera vez que viniste a buscarme? y la pregunta trajo una estampida de recuerdos, Mentí diciendo pues, la verdad no recuerdo... lo que produjo una sonrisa en Ella... desde esa vez, somos inseparables, sentenció.
Vimos las ofertas, como siempre, y nos decidimos por algo que incluya todo. Pensé que no me iba a dejar actuar, que se pondría celosa y se iría. Sin embargo esto no fue así y no me abandonó para nada. Nos embriagamos. Sin sus celos y ante su silencio, pude completar una prestación completa y mecánica sin mayores retrasos. Éramos tres en una sola cama.
Así, ya menos ansioso y tambien menos solo, de la mano de mi compañera, me despedí de mi cariñosa, fugaz y alquilada compañía, pedí mi vuelto, y abandonamos el lugar. Cuando me dirigía a la calle principal para tomar mi taxi, me despedí de Ella.
-Chau, mi querida Soledad, tal vez salgamos otro día.
-¿Cómo que talvez? ¡estoy segura!, me contestó...
FIN
Nota: la imagen que sale la saqué de: http://www.skyscrapercity.com
2 comentarios:
Hola, estaba paseando por la "blogger comunity" y te encontre en un comentario, asi que entre a tu blog y te tengo que decir que esta super.
Escribes de una forma super interesante.
Saludos
Gracias Facha, te agradezco el comentario tan halagador.
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