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Me dí cuenta que el ese tipo caminaba hacia mí directamente, como queriéndome pegar, agredir o insultarme, al verme, lo ví tambien. Su actitud amenazante me intimidó, pero no dejé que se me notara, seguí mi camino, apurando el paso y apretando los dientes.
Bajé la mirada, y eso, pensé que fué una actitud que el tipo podría interpretar como cobardía o lo que sea, así que la alzé en el acto, apresurando, un poco más, el paso.
Fijé mis ojos en el tipo, ví que llevaba la frente arrugada, la cejas y los ojos y la boca entreabierta, por una respiración entrecortada, como si viniera caminando hace rato, su ropa estaba medio limpia medio sucia, su saco azul y su corbata roja de lineas denotaba pelusas blancas que a lo lejos hacía ver viejo al saco y la corbata, su cabello húmedo como recién salido de la ducha, pero la barba crecida y canosa, apretaba el labio superior y tenía la columna medio encorvada. Yo lo miraba fijamente, ya medio asustado pues él no me sacaba los ojos de encima y yo respondí haciendo lo mismo, no atreviéndome siquera a pestañear, sabiendo que si es un simple ladrón, al ver mi actitud decidida y al ser temprano y la calle con gentes que iban a sus trabajos, mientras yo iba tarde ya, al mío, aunque estaba dentro de la tolerancia y cerquísima.
Así que apresuré el paso, definitivamente ese tipo, canoso, arrugado, enojado, con los ojos brillosos y los puños cerrados, venía directo hacia mí, y yo iba directo hacia él. Decidí que iba a enfrentarlo, no me importaba lo avezado que demostraba ser al querer atacarme en plena luz del día en un lugar con seguridad permanente.
A pocos pasos me detuve, lo seguí mirando.
Bajé la mirada, y eso, pensé que fué una actitud que el tipo podría interpretar como cobardía o lo que sea, así que la alzé en el acto, apresurando, un poco más, el paso.
Fijé mis ojos en el tipo, ví que llevaba la frente arrugada, la cejas y los ojos y la boca entreabierta, por una respiración entrecortada, como si viniera caminando hace rato, su ropa estaba medio limpia medio sucia, su saco azul y su corbata roja de lineas denotaba pelusas blancas que a lo lejos hacía ver viejo al saco y la corbata, su cabello húmedo como recién salido de la ducha, pero la barba crecida y canosa, apretaba el labio superior y tenía la columna medio encorvada. Yo lo miraba fijamente, ya medio asustado pues él no me sacaba los ojos de encima y yo respondí haciendo lo mismo, no atreviéndome siquera a pestañear, sabiendo que si es un simple ladrón, al ver mi actitud decidida y al ser temprano y la calle con gentes que iban a sus trabajos, mientras yo iba tarde ya, al mío, aunque estaba dentro de la tolerancia y cerquísima.
Así que apresuré el paso, definitivamente ese tipo, canoso, arrugado, enojado, con los ojos brillosos y los puños cerrados, venía directo hacia mí, y yo iba directo hacia él. Decidí que iba a enfrentarlo, no me importaba lo avezado que demostraba ser al querer atacarme en plena luz del día en un lugar con seguridad permanente.
A pocos pasos me detuve, lo seguí mirando.
Él me miraba, llevé mi mano al bolsillo de mi saco, y él hizo lo mismo, quise abrirme el paso hacia la derecha, él también.
Entonces, extendió su brazo, con la mano abierta hacia mí, y yo tuve el mismo impulso, casi al mismo tiempo. Mi mano y su mano casi se chocaban, y una tercera persona estaba detrás de él y parecía que quería decirle algo.
- ¡Mario, llegarás tarde si sigues mirándote en el espejo!
Los dos tipos que llevaban la superficie pulida y plana y que estuvieron descansando, la alzaron y me dejaron parado, sólo y sin saber qué pensar, ni adonde ir.
Entonces, extendió su brazo, con la mano abierta hacia mí, y yo tuve el mismo impulso, casi al mismo tiempo. Mi mano y su mano casi se chocaban, y una tercera persona estaba detrás de él y parecía que quería decirle algo.
- ¡Mario, llegarás tarde si sigues mirándote en el espejo!
Los dos tipos que llevaban la superficie pulida y plana y que estuvieron descansando, la alzaron y me dejaron parado, sólo y sin saber qué pensar, ni adonde ir.
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1 comentario:
Gracias!
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