Entre dormido y sin ensueños, bajé del bus y la terramoza me ofrecío un caramelo de limón. Pisé tierras trujillanas por primera vez. El sonido de la marinera norteña ideal y recreada en mi oído interno, sentimentalón, buscando algo que me sorprenda gratamente, mirando de aquí para allá, bajé, suspirando por no encontrar nada.
Me traía a esta ciudad una oferta de trabajo, que luego de presentaciones de currículum, exámenes, entrevistas y demás, logré conseguir, pero eso no viene al caso. Yo estaba emocionado en la tierra donde vivió Cesar Vallejo, Ciro Alegría, un tal José Watanabe y que es considerada "la ciudad mas culta del Perú" y "la ciudad de la Eterna Primavera", así que luego del afán o estrés del concurso y la suerte de salir elegido, me dediqué a conocer la ciudad.
Fue entonces, caminando por la Plaza de Armas, que me alcanzaron un volante que tenía la foto del ilustre Mario Vargas Llosa y una leyenda que decía: "De esta fiesta no me libro"El gran escritor, al que yo, un provinciano un tanto des informado, recién había visto por televisión en mi niñez dando un mitin en contra de la estatización de la banca que quizo imponer el presidente de ese entonces, y también de ahora, el presidente pródigo del Perú, Alan García Pérez. También lo vi luego en una campaña electoral millonaria que daba miedo, era el candidato casi fijo para ser presidente, cada cinco minutos un comercial de televisión salía anunciando una melodía de zampoña, y se veía un símbolo de escalera, en los tiempos donde a duras penas se conseguía pan, kerosene, azúcar y la leche ENCI.
Que te bombardeen con la mayor publicidad política de la historia electoral peruana, claro que daba que pensar. En fin, el novelista perdió esas elecciones, en segunda vuelta con El Chino (Alberto Fujimori). Y de allí se fue del País. Aquí lo vimos como un acto de resentimiento para con nuestro país, el hecho que adquiriera la nacionalidad española unos meses después, se ganó la antipatía de las clases medias y bajas, alentado este recelo por lo medios de comunicación y por alguna que otro escrito (el autobiográfico: el pez en el agua) y alguna declaración hecha a algún medio extranjero. Hasta había una canción oportunista sobre lo amargado que estaba por no salir elegido presidente. Todo esto hacía que los jóvenes lo identifiquemos como un renegado del Perú y mal perdedor.
Así que, fui caminando hacia una librería pirata, a comprarme algún libro pirata y convertirme en un lector pirata, escogí, entre otras muchas que tenían una edición de "la Guerra del Fin del Mundo" un libro grueso, pero que estaba dispuesto a leer.
Fui al departamento que acababa de alquilar, después de una búsqueda intensa y urgente, mas difícil de lo que imaginaba, me senté en el suelo de mi departamento vacío, y empecé a leer mi libro pirata, subrrayando nombres, ideas, y palabras desconocidas, tratando de imaginar todo lo relatado. Fué fácil, me enganché en la historia de El Consejero y sus amigos, intentando un lucha en contra de lo que ellos consideraban El Anticristo, todo ocurre en Canudos, un sitio del noreste de Brasil. Un novela que me dediqué a leer toda esa semana que estuve sin muebles, sólo, en una ciudad nueva y sin amigos.
La terminé de leer y pensé ¿Cómo me he podido perder de leer a este autor tan completo, casi, casi genial? Me puse a buscar más obras, pero, bueno, también tenía que hacer otras cosas, así que me lo pospuse, gracias a que encontré. ya en plena feria, un ejemplar de La palabra del Mudo, (de Ribeyro) y lo siento, me dediqué a devorarlo.
En fín, llegó el día y fui a la feria, en Mansiche, me dieron mi ticket para la conferencia en Huanchaco y enrrumbé hacia la playa, en un estrado impresionante, por el paisaje que lo adornaba (un atardecer, el sol poniéndose en el horizonte, el cielo naranja, azul, gris y el mar con otros tanto colores, y la brisa del verano, todo bien bonito). Un sillón en medio del escenario preparado esperaba al escritor, la hora decía 6 pm. Yo llegué a las 7:15 pm y como supuse, recién iban a empezar. Al guardia de seguridad le di mi ticket, y noté que éste te daba pase a la parte posterior del público. La zona llamemosla "VIP", estaba reservada para las clases altas trujillanas y otras venidas seguro de Lima. Me dió cólera y en un descuido del agente gordo y de mas de dos metros, me escabullí al área VIP y me senté al costado de una señora bien vestida, obesa, rubia, blanquísima y que fumaba, lo cual no me importó.
Comprendí que escribir es una licencia para inventar, imaginar y crear, y en cierta medida, de mentir. Lo dijo, entre lineas y palabras dificiles. Y fué muy sincero. Aunque puedo haber entendido lo que pude y no lo que debí.
La señora obesa que fumaba, de vez en cuando me distraía con sus ronquidos. Lamenté que se dieran sitios tan privilegiados a gente que quizás no haya leído un libro de Vargas Llosa, que solo le interesaba aparentar y no ser. Bueno, con toda la educación del mundo de vez en cuando le arrimaba un pequeño codazo en su brazo rechoncho y que tenía un reloj de oro, que bien podría servir para alimentar a toda la concurrencia que se sentaba detrás del área VIP. Hubieran servido galletitas.
Al otro día, saliendo de la chamba, fui a la firma de libros programada para las 7pm, ésta si iba a ser puntual, de hecho. Me compré el original del libro que había leído, pues obviamente no aceptaban que se firmen libros piratas, pero a los lectores piratas, menos mal, no había como identificarlos. Así que hice mi colita. Mientras me aburría en mi puesto masomenos 30 de la fila, con unos adolescentes delante y otros cuantos detrás, que hacía la misma fila, pensé que la juventud trujillana, o tenía el buen hábito de la lectura, o simplemente estaban allí por curiosidad o monería. Cada quien llevaba su libro en la mano, algunos llevaban varios. La encargada, una joven algo brusca, pasaba de uno en uno, acompañada de dos agentes de seguridad que parecían gladiadores americanos del programa de televisión, escudriñaban tu libro y le daban el visto bueno. Lo hacían allí, antes de que empezara y luego justo antes de que te toque el turno. Yo llevaba orgullosísimo mi libro original, de la Alfaguara, edición definitiva, como cuando niño salía con zapatillas nuevas. Pero luego me dí cuenta del ridículo. Un libro nuevo y reluciente es señal de no haber sido leído, de sólo comprarlo por la monería. Mi defensa fue ver los otros libros. cada uno llevaba el suyo también en el brazo. Un adolescente que estaba detrás, llevaba una edición de "Pantaleón y las visitadoras" que salió con el diario El Comercio hace unos meses, su enamoradita llevaba "Travesuras de la niña mala" recién comprado, todavía en su bolsita de plástico. Un señor más adelante tenía "La casa Verde" en una edición seguramente original, por lo amarillento que se veía el libro, seguramente muy leído y releído. Pero, lo que más me llamó la atención fue un joven vestido de negro y pelucón. No tenía libros. Él tenía un vídeo en DVD, de la película "La ciudad y los perros". La jovencita encargada, inicialmente no quizo dejarlo pasar. El tipo protestó. Vino la seguridad. Lo cargaron. Todos los que hacía cola se quedaron callados. Yo no. Le informé a la jovencita, saliéndome de la cola, que esa película se basaba en un libro, el que lo hizo famoso, que Mario Vargas Llosa colaboró en el Guión y que es correcto que lo quiera hacer firmar. Sin la novela no había película. El tipo no se quedó callado. Mostró su boleta, el DVD era original. Nada que hacer. La gente que hacia cola solo esperaba que alguien protestara para apoyar, aunque algunos a manera de sorna. Lo dejaron pasar.
Cuando me tocó el turno a mí, me sentí algo impresionado y nervioso. No había pensado en qué decirle. Supuse que me preguntaría mi nombre y me dedicaría el libro. Y que me iba a poder tomar alguna foto. Nada de eso pasó. Luego de que la flaca jovencita escudriñó y olió mi libro, y me dejó pasar, se lo presenté al famoso, que lucía un impresionante cabello blanco, un color rosadísimo y un aire a viejo aristocrático y hollywoodense. No supe que decir. Solo le sonreí como un tonto, esperando que me preguntara mi nombre. Para nada esperé. El hombre estampó su firma y cerró el libro. Mi rostro cambió a uno de decepcionado, trató de animarme, supongo, cuando me dijo:
- Espero que te guste (Y me tendió la mano)
- Ya lo leí Don Mario (Mientras le apretaba la mano con firmeza)
Y se me ocurrió agregar:
- ¡Alabado sea el buen Jesús Consejeiro!
El rostro de Don Mario cambió, sonrió y me dijo:
-¡Que viva la República!
Cogí mi libro y saqué mi libro pirata debajo de mi casaca (el que sí había leído, subrayado, maltratado y desgastado). Ya me habían cogido los super-guachimanes. Sólo me quedó decir:
-Excelentísimo señor. ¿Puede firmarme mi otro libro? (sacando el librito pirata)
-¡Osea que le diste la mano al pajero de Vargas Llosa!
Espero que si lee esto, algún día no me desmienta. Sólo he aplicado lo que su conferencia me animó a escribir.
FIN
Me tuve que tomar la foto así. Con el original no se podía.